EL HOMBRE
Es temprano. Abro los postigos y observo
la bruma de la madrugada que aún se bate en el aire. Las luces tintinean a
cuatro metros sobre el asfalto, esperan el interruptor de un reloj que nunca
falla. Un hombre camina con el peso de la vida sobre su espalda, quizá el
trabajo le espere y nadie le reciba al volver a casa. Le veo cruzar el parque y
sus zapatos rozan el cemento de la plaza sin dejar huellas. Le cuelgo un
tormento difuso e imagino para él, un agotamiento moral. Me llama la atención ese
cansancio. ¿A quién abrigan sus vestimentas? ¿Por qué se centró en él mi
insomnio? Quizá solo sea este duermevela mentiroso que me aleja y me acerca
de/a una realidad sumergida en el alquitrán de la noche. Será mejor volver a la
cama. Cerrar los ojos. Ver de nuevo las sombras que me señalan con sus dedos al
dibujarse en la oscuridad de mis párpados, como figuras chinescas de un teatro
negro. Negro como mi vida negra. Negra como la fosa que acoge mis cenizas.
Este cuento me atrapa. Saludos
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